miércoles, 8 de febrero de 2017

Un tranvía llamado Deseo (Tennessee Williams) (ALBA)

Escrita por Tennessee Williams en 1947, ganadora del premio Pulitzer y considerada como una de las obras más importantes de la literatura estadounidense. Según Arthur Miller: “el fruto más esplendido del método Stanislavski”. Representada en Broadway del 47 al 49 y origen de una película homónima de Elia Kazan, que le sirvio a Vivien Leigh para ganar un Oscar a la mejor actriz, entre otros premios. Gran interpretación de Marlon Brando

Pequeña joya literaria que se nos presenta en forma de obra de teatro, dividida en once escenas y, en la edición que leí, un prologo de Arthur Miller y un apéndice muy interesante consistente en una entrevista del autor consigo mismo. Su intensidad y falta de lo “politicamente correcto”, nos hará constatar, que la valentía a la hora de escribir también esta recompensada.

No hay buenos ni malos; depende de las situaciones, del momento inesperado. Así, una situación atroz y de perversión, puede que no lo sea para el afectado. Nadie tiene los valores definidos, nadie sabe lo que esta bien y sus consecuencias; son almas de nadie vagando en una frontera que pasa de la dicha al abismo sin darse cuenta. Viven como si cada mañana empezara su existencia, no le piden nada a nadie, no quieren rendir cuentas, su destino a largo plazo es el día siguiente y se recrean en sus miserias a fuerza de reclamarlas.

Nos cuenta la visita de una dama en horas bajas a su hermana que vive en un barrio pobre de Nueva Orleans. El choque emocional que la produce que habite en ese suburbio lleno de inmigrantes, es la base donde gira toda la trama. No entiende que alguien de su familia, clase alta venida a menos, forme parte de esa comunidad y lleve esa forma de vida tan vulgar. A partir de entonces y después de acusarla de huir y dejarla sola frente a todos los problemas en su casa familiar “¡Margaret, de aquella forma tan horrible! ¡Se puso tan enorme que no cabía en el ataúd! ¡Y hubo que quemarla como si fuera basura!”, la vida de Stella se desestabiliza de tal manera, que las cosas nunca volverán a ser como antes de su llegada, se ve en medio de las disputas entre Blanche y su marido, no sabiendo que camino tomar. No quiere asumir la mentira permanente en la que vive la hermana “BLANCHE: ¡Yo no quiero realismo! ¡Yo quiero magia!” y que a su marido se le podía calificar de todo menos delicado “STANLEY: ¡Pero mírate! ¿Tú te has visto? ¡Con ese vestido barato y viejo, alquilado a un trapero por cincuenta centavos! ¡Y con esa estúpida corona! Pero ¿quién te crees que eres, una reina?”. Nos inunda con unas situaciones comprometidas y tensas, con mucha carga sexual no explicita, que son las que nos tendrán en vilo durante toda la obra.

Parte importante para hacernos una idea amplia, son los vecinos y amigos de Stanley. A través de sus comportamientos nos introducen en una atmósfera que es lo que fielmente quiere representar el autor “(Una silla chirría contra el suelo. Stanley da un sonoro cachete en las nalgas de Stella.) STELLA (muy molesta): No tiene ninguna gracia, Stanley. (Los hombres se echan a reír. Stella se dirige al dormitorio)”. Sus peleas, boleras, póquer, alcohol, nos trasladan enseguida a ese ambiente irrespirable y banal, carente de toda profundidad como individuo “(Stanley se levanta hecho una fiera y llega hasta las cortinas. Se acerca a la radio y la coge con rabia. Grita una maldición y tira el aparato por la ventana.)”.

Uno de los puntos fuertes son sus diálogos. Ásperos, directos, sin ningún ápice de adornar o envolver lo que se quiere transmitir. No tiene ninguna consideración con el receptor y lo mas cruel, no hay remordimiento; es su manera de afrontar los hechos, forma parte de sus comportamientos cotidianos “MITCH (quitándole las manos de la cintura): No eres lo bastante limpia para entrar en la casa de mi madre”. Por el contrario, y como excepción, se descuelga con algunas frases como esta: “BLANCHE: ¿Tan tarde? ¿No te encantan estas largas tardes de lluvia de Nueva Orleans en las que una hora no es sólo una hora sino un trocito de eternidad caído en tus manos… y quién sabe lo que se puede hacer con él?”.

Resaltar algunos referentes en la obra del autor expuestas en este libro: sus continuas alusiones a un pasado en ruinas y no siempre confesable, la no aceptación del deterioro por el paso de los años, la fantasía trasladada a lo terrenal, ingenuidad encarcelada por un carácter dominante y una continua visión de lo visceral en contraposición a lo sosegado; reacciones brutales entendidas como ordinarias y exentas de condena.

Los perfiles de los personajes están muy bien definidos y debido a su variedad se nos hacen muy creíbles. Ninguno nos deja indiferente, asumen unos roles muy específicos, con sus connotaciones, en algunos casos muy primitivas que nos llevan a una decadencia con unos pequeños filtros de afecto. “Buscaba protección, en todas partes, en los sitios más… improbables…”.

Me ha gustado mucho, recomendable para aquellos que no busquen romances de cuento ni finales felices, sino para los que sean indulgentes con lo irracional y se abstengan de toda comparación con el mundo de nuestros protagonistas.


Mi puntuación es de 7,5 sobre 10.