viernes, 10 de marzo de 2017

Patria (Fernando Aramburu) (TUSQUETS)

Estaba retrasando la lectura de este libro porque sabía me iba a resultar muy difícil (el nudo en la garganta, ya sabes), y no me estoy refiriendo a sus seiscientas páginas ni a a su comprensión, sino a esos recuerdos (los que tenemos una edad) de unos momentos muy duros de nuestra historia en la que no se podía permanecer impasible; era un estado permanente de perplejidad. No sabíamos “a santo de que” se cometían asesinatos, por algo que adivinábamos como imposible de otorgar y que achacábamos su autoría, en un principio, a cuatro perturbados. Después te ibas dando cuenta de la dimensión del problema, el apoyo con que contaban y que había una élite podrida que se adueñaba con acciones mafiosas y macabras de la voluntad de unas gentes imbuidas en el circulo vicioso del miedo a las continuas prevalencias de los matones, así como de una machacona propaganda de alabanzas y vítores.

Cuando se miren estos hechos con la perspectiva del paso de los años, es cuando se lograrán unas valoraciones mas efectivas sobre lo que verdaderamente aconteció; se podrá hacer un ensayo profundo de la manera tan decisiva que influye en las mentes y comportamientos distorsionar la historia en provecho propio, fomentar el odio desde temprana edad y seguir una causa en aras de una tiranía ficticia creada desde el rencor y con gran dosis de despotismo (estoy hablando de los años de democracia). Los símbolos, las proclamas, la parafernalia costumbrista, el ascendiente mediático; son decisivos para insuflar unos propósitos legítimos si se realizan por vía pacifica, pero segar la vida de inocentes, en pos de quien sabe que intereses verdaderos y arruinar la vida a jóvenes influenciables de buena voluntad, no se lo podrán perdonar.

Siempre me he preguntado en este tema algo que en el libro/documento he encontrado respuesta; me refiero a la vida cotidiana de los asesinos, si verdaderamente merecía la pena involucrarse sabiendo que siempre ibas a estar escondido, desconfiando, huyendo, con miedo...y esto en el mejor de los casos, ya que de no ser así estabas en la cárcel o muerto; en definitiva, perder una vida por algo que no vistes a tiempo, haber sido utilizado... haber sido el instrumento de una mentira.


Otra cosa que tenia siempre en mente, y que también he encontrado la respuesta aquí, era el día a día de los familiares, de los asesinos y de los asesinados; como se pueden comportar con esa losa que de una manera circunstancial, o no tanto, les ha tocado padecer, y más en los pueblos, donde se daba la paradoja que los de las victimas son los que tenían que esconderse o desaparecer de las bravuconadas cómplices de los pistoleros si querían llevar una vida apacible “Iban al pueblo con la furgoneta a última hora de la tarde, ya oscurecido, para no llamar demasiado la atención.”. Cuando escuchaba que no querían hacerle funeral (habría que hacer un estudio minucioso del papel de la Iglesia en todo esto) o que se tenia que fijar una hora nocturna para “evitar altercados”, pintadas en las tumbas, dianas premonitorias, insultos de todo tipo....es como dice el libro “nos están asesinando dos veces”. También quiero resaltar el daño de frases tan comunes como “algo habrán hecho”, “bueno, bueno, lo repudio pero...” los que estábamos fuera, “es que sin estar allí es difícil opinar...”, “el conflicto vasco”, mucho daño. “...durante la ceremonia del sepelio, le susurró a Xabier una cosa que este nunca ha olvidado. ¿Qué cosa? Pues que le parecía que, más que enterrar al Txato, lo estaban escondiendo.”

Pone bien a las claras, el patrón de comportamiento y la condición de los asesinos; si alguno pudiéramos pensar que eran concienzudos estudiosos de los valores y fundamentos de la izquierda comunista, lectores de grandes tratados políticos sobre luchas de clases, estamentos sociales etc. nada más lejos de la verdad, te encuentras con una figura sin estudios ni preparación alguna, que abandonan todas sus actividades, muy conservadores (se avergüenza de su hermano por su condición y por el que dirán) “Ahora nos convierte a ti en la madre del maricón, a mí en el hermano del maricón, y tira nuestros apellidos por los suelos”, de familias profundamente religiosas, que son los perjudicados, pues como dice ya en prisión y lleno de extrañeza “yo aquí y la gente riendo en las calles, en las playas, de fiesta...todo para que?”.

Me imaginaba un libro lleno de datos, explicaciones de atentados, situaciones concretas de los atentados, Enrique Casas, Ordoñez, Ortega Lara, Miguel Angel Blanco, Santi Potros, Pakito....y me encuentro, para mi dicha, lo contrario, no hay nada de esto, solamente lo describe de forma muy sucinta “—Te habrían zurrado de lo lindo y de lo galindo”. Pone el foco en dos familias, pero tan importantes como ellas son el entorno, amigos, familiares y el pueblo en general, ya que la situación que se encuentran quien no son afines, es irrespirable. Plasma con gran nitidez los recelos de unos ciudadanos cautivos de su indolencia.

Te lo cuenta de una manera sencilla, cambiando de tercera a primera persona con frecuencia, baile de fechas que no molesta, con un vocabulario y expresiones que parece que los estas oyendo; esas pausas, frases cortas, el carácter donde cualquier hueco a los sentimientos es percibido como un signo de debilidad; parcos en palabras; susurrando con los vecinos y haciendo de la “causa” el núcleo donde gira toda su existencia. Los perfiles son maravillosos, ocupando el espacio otorgado a la perfección; los hombres callados y con sus entretenimiento (mus, bici, huerta..) pasando desapercibidos, sin querer ser protagonistas de nada, sin molestar; en cambio las mujeres.., carácter inquebrantable, orgullo intacto, dominadoras de toda situación, prefiriendo morir a dar su brazo a torcer y con esa manera tan peculiar de administrar el odio “Matan y los matan. Las guerras son así. A mí tampoco me gustan las guerras, pero qué quieres. ¿Que sigan machacando al pueblo vasco por los siglos de los siglos?” o el perdón “Se preguntó si después de tantos años no debería ir pensando en olvidar. ¿Olvidar? ¿Qué es eso?” pero siempre con la ilusión que todo esto termine “Si veis que dentro de un año o dos o los que sean, la situación política se calma, que de verdad se ha acabado el terrorismo, nos lleváis a los dos al cementerio del pueblo. Eso es todo lo que te pido.”

No esta escrito con el animo de ajustar cuentas a nadie, eso se lo deja a los familiares que en el interior de sus maltrechas conciencias, se debaten en un mundo de contradicciones donde han renunciado a la palabra felicidad. Han caído de lleno en un estado en el que permanecen inalterables, no permitiéndose el lujo de sobrellevar unas relaciones personales sin ser alteradas, como no, por “sus” circunstancias. “Es el tributo que se paga para vivir con tranquilidad en el país de los callados”.

Destacar como de forma tangencial toca algunos temas que creo son interesantes, pues la manera de afrontarlos forma parte de un todo, donde el “conflicto” siempre esta presente. Así pasan por sus paginas, el suicidio, homosexualidad, el papel del sacerdote “—Escucha, Serapio. Quien no me quiera ver en el pueblo, que me pegue cuatro tiros como al Txato”, los improperios que reciben cuando salen de su zona (en este caso en un partido de fútbol), dominar el idioma vasco y sus consecuencias, el choque emocional y cultural al vivir fuera del País Vasco, enfermedad incurable, etc.

La atmósfera que nos crea la novela, pues es a las claras una novela/cuento, es fantástica, no se le escapa ningún detalle; las tardes grises de lluvia predominantes, parecen que te mojan a ti también y con ello te ves envuelto en una tristeza/sentimiento que haces que te acerques todavía más, si cabe, a nuestros protagonistas; sus rencores te duelen; las palabras que no se dicen, las conoces; sus vidas destruidas que llevan en silencio y sin querer reconocerlo, te queman por dentro; en definitiva, te muestra a las claras todos los pormenores de personas que han crecido con la soga del terrorismo apretándoles el cuello y que la mejor manera de describirlo es como hace el autor, metiéndonos dentro, imbuyéndonos de todos los pormenores y clavándonos también a nosotros un dardo de dolor. “Nada más ver al Txato en el ataúd, su fe en Dios reventó como una burbuja. Incluso lo notó físicamente.”

Estamos hablando como si todo hubiera acabado y creo que no es así, los rescoldos están muy vivos, sobre todo en los pueblos; creo que harán falta varias generaciones para darse cuenta que no les oprime a nadie, que no tienen mermado ningún derecho y que todo se puede defender sin “ajusticiar” a nadie. En el último informe del Defensor del Pueblo ( Marzo 2017) dice que quedan más de trescientos casos sin juzgar. Esperemos que los niños nacidos en fechas posteriores del “alto el fuego”, estudien en los libros de historia (no como pasa en la actualidad), que fue la obra de unos fanáticos sin remordimientos y no de gudaris defensores del pueblo. “Quizá exagero, pero tengo el firme convencimiento de que también está en marcha la derrota literaria de ETA.”

Me alegra que esté en la lista de los más vendidos, pues creo que cuanta más gente lo lea, más conciencias removerá (sería un buen libro de texto de “educación para la ciudadanía”), había que hacerlo, y si los lectores son jóvenes vascos, mejor; se darán cuenta que no cualquier tiempo pasado fue mejor, que sus ascendientes no siempre tenían razón y que la vida es muy valiosa para tirarla por la borda a cambio de nada. Al autor además de decirle que ha escrito un libro muy bueno y que nos regala un final abierto a la esperanza, hay que darle las gracias por hacerlo de esta manera tan sencilla/didáctica, que nos hace comprender de una manera muy real, unos acontecimientos por los que todavía hay mucha gente llorando.

Acabo esta reseña con un párrafo que creo es muy definitorio del libro y de la situación que nos describe. La madre de un etarra hablando con el Santo: Y si lo que hemos hecho era tan malo, ¿por qué no lo paraste a tiempo? Nos dejas hacer y luego resulta que el sacrificio era para nada, que miles de vascos que amamos lo nuestro nos hemos estado equivocando como idiotas. Venga, Ignacio, que no se diga. Ponme a mi hija de pie, saca a mi hijo de la cárcel o no vuelvo a dirigirte la palabra nunca más. Concho, ¿no ves que también sufro?.


Mi puntuación es de 8,5 sobre 10.

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