domingo, 1 de mayo de 2016

La tierra que pisamos (Jesús Carrasco) (SEIX BARRAL)

Libro con muchas expectativas, que se desvanecen conforme vas adentrándote en un complejo relato, saturado de matices desgarradores.

Es muy lineal, no te crea la expectación de averiguar los recovecos de una historia, que te la imaginas plana desde un principio, y lo peor es que aciertas; pretende dar un mensaje sin conseguirlo; recrudece las escenas de los prisioneros en demasía Mi hija tiene los labios secos y el pelo revuelto; la boca medio abierta y la frente entera. Tiro de sus brazos hasta que separo su cuerpo de los otros. Me levanto y me la llevo al pecho, como si la sacara de la cama en medio de la noche. Trato de abrazarla pero su cabeza no busca el escalón de mi hombro para seguir durmiendo, sino que cuelga. Me llevo entonces sus brazos a la espalda. Quiero que me abrace pero sus extremidades de alambre vuelven a caer como si hubiera encontrado, entre los muertos, una nueva familia.” crea de la nada un mundo que nos deja huérfanos de un antes y un después, una ucronía sin la ambientación necesaria, nos inserta en un baile de situaciones que sin darte cuenta están empezando a detener al sujeto, cuando acaba de contarte todo lo acontecido posteriormente y por último el cambio en la narración, siendo en primera persona y cambiándolo después, hacen incomoda su lectura.

Comenta la llegada de un extraño a la casa de un matrimonio, que forman parte del ejercito de ocupación (el marido es un oficial retirado), y como recompensa les dejan habitar en esos terrenos.
A pesar de lo penado que está cualquier relación con los lugareños, la mujer no llama a los soldados para que lo expulsen de su finca, sino al contrario, lo dejará vivir allí, haciéndola plantearse la finalidad de su propia existencia y como esta sumergida en una rutina donde su prioridad son otros "¿Dónde está la mujer que un día albergó de verdad esos sentimientos? Qué lejos quedan los tiempos en los que todo mi afán se dirigía a encajar en la silueta que para mí habían dibujado. Debía ser amable, servicial, discreta, sociable. Debía ser una buena esposa, una buena madre y, fundamentalmente, una patriota. Entregar mi vida al solaz del esposo y a la formación de los hijos, para que éstos, a su vez, siguieran prolongando la cadena de esta forma de vida nuestra durante los siguientes mil años. Pero, como si fuera un cordero, ofrecimos a Thomas en un altar que todavía se levanta imponente. Yace mi hijo bajo una tierra lejana, con el cuerpo transformado en lo que le rodea y el plomo, tal cual le alcanzó, inalterado." analizando los excesos cometidos en la guerra, el odio hacia su marido impedido, al que culpa de la muerte de su hijo y que tiene que recibir constantemente los cuidados de ella. A él nos lo presenta de una manera deleznable y tampoco me gusta esto, es muy fácil crear esta figura y hacerla odiosa a los ojos del lector, nos la presenta de una manera demasiado diáfana para convencernos súbitamente de su perversidad, mientras en el resto de la narración emplea todo tipo de alegorías.

Esta lleno de simbolismos, "Me pide que no me escandalice, que no es para tanto. Que muchos de esos hombres, de no haber sido apresados, habrían conspirado contra el Imperio. «Les hemos traído el progreso. Sepa que, sin nosotros, seguirían viviendo como salvajes»" dejando al lector sus propias valoraciones. Quizá nos quiera mostrar los horrores de la ocupación o de una dictadura imaginaria, sin respeto a la mínima dignidad de las personas...; la necesidad de volver a sus orígenes...; la muerte gratuita de un hijo por defender una patria...; replantearse la vida tan monótona, sin otro motivo para vivir que el cuidar a su esposo "Jamás pensé entonces que tendría que vivir un momento como éste. Asistir a la voladura de mis propias certezas, que no eran muchas, pero sí firmes. Con la muerte de Thomas, también cayó Dios. De nada me sirvió en aquel momento, el más triste de mi vida. No vino en mi auxilio, ni me reconfortó. Sencillamente, no pude encontrarlo entre las fumarolas que sucedieron a la batalla. Y la patria, aquel sustento, con sus mitos y sus heroicos próceres. Pura morfina para separarnos de los otros, que también son hombres, cuyo sometimiento ahora me resquebraja. ...;" la resistencia del hombre ante la mayor adversidad y refugiarse en sus silencios...; si es pertinente convivir con una persona cruel y sanguinaria sabiendo lo que significó en la contienda..; no temer las consecuencias por ser franca cuando la entrevista el Cónsul... ..

Otra cosa que no consigue y esta reflejada en la sinopsis, es la identificación del hombre con la tierra; no la veo por ningún sitio, sí que tiene connotaciones en los que Leva, quiere fundirse en la propia naturaleza, pero no lo hace de forma voluntaria sino es obligado por las circunstancias, es una necesidad instintiva de supervivencia o debido a su locura disfrazada de ausencias.

En la parte positiva; se ve que el autor conoce el oficio, escribe muy bien, quiere causar ese ambiente rural a base de palabras y situaciones que lo identifiquen y lo consigue con creces; nos traslada a un decorado fehaciente de los sucesos que se van desarrollando. Estaremos pendiente a su próximo libro.

En definitiva, es un libro que nos presenta unas situaciones imaginarias, en Tierra de Barros y demás zonas de Extremadura, pero que toda interpretación quedara en manos del lector, pues sin esa búsqueda de significados ocultos, no encontrara un libro ágil y ameno.

Mi puntuación es de 4 sobre 10.


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